miércoles, 13 de junio de 2018

3.2 LA DERROTA NAPOLEÓNICA

Una falta de ortografía
Nota: 9

    
    3.2. La derrota napoleónica

    Pero el dominio imperial tenía sus límites. La derrota de la escuadra naval franco-española en Trafalgar (1805) subrayó la superioridad marítima de la Armada inglesa, que consiguió sortear el bloqueo continental decretado por Napoleón (1806).

    A partir del año 1812 llegaron los reveses militares:

    ■ Dos campañas produjeron un enorme desgaste: en la península ibérica, las tropas francesas sufrieron una derrota inicial en Bailén (1808) y una continua erosión debido a la resistencia de una parte del pueblo español en forma de guerrillas. En 1812, las victorias del ejército comandado por Wellington obligaron a los franceses a emprender un repliegue que culminó, un año más tarde, con su expulsión al otro lado de los Pirineos. En Rusia, la desastrosa invasión que Napoleón ordenó en 1812 acabó con una retirada en ple-no invierno, que se convirtió en una catástrofe. De los 600000 soldados de la Grande Armée solo 100000 pudieron regresar ilesos.

    ■ La coalición internacional dirigida por Reino Unido derrotó a los franceses en Leipzig (1813). Los ejércitos aliados se adentraron en suelo francés y lograron llegar hasta las puertas de París, forzando la abdicación de Napoleón (1814), que se retiró a la isla de Elba.
Su fugaz regreso al poder, en marzo de 1815, el llamado imperio de los Cien Días, terminó con la derrota sufrida en Waterloo frente a un ejército internacional formado por tropas inglesas, prusianas, austriacas y rusas. Napoleón fue desterrado a la isla de Santa Elena donde murió en 1821. El trono de Francia volvió a manos de los Borbones en la figura de Luis XVIII, quien otorgó una constitución que favorecía a las clases propietarias conservadoras, aunque mantenía algunos principios de carácter liberal moderado.

    3.3. La huella de la Revolución Francesa


    En 1815, las potencias internacionales que habían derrotado a Napoleón intentaron restaurar el viejo orden del Antiguo Régimen. Pero, con el paso de los años, ese propósito se reveló imposible. 

    Los ejércitos napoleónicos, en su expansión por toda Europa, habían destruido las estructuras del feudalismo. Y el derrumbe de las monarquías absolutas permitió también la llegada de las ideas y de los principios revolucionarios.

    En muchos territorios se promulgaron constituciones que abolían la sociedad estamental y creaban monarquías limitadas por la separación de poderes y un cuerpo legislativo elegido por sufragio censitario. Lo que había pasado una vez podía volver a ocurrir. La Revolución Francesa fue un proceso de cambio radical que convulsionó el continente europeo durante más de una década y que lo siguió haciendo a lo largo del siglo XIX. Es el episodio histórico más trascendental para entender la evolución del mundo contemporáneo occidental.

    La Revolución Francesa inauguró el vocabulario político moderno, puso en marcha los sistemas legales vigentes en la actualidad, transformó las relaciones sociales y de-mostró que la gente común podía cambiar el curso de la historia.

    Liberalismo, revolución social, burguesía, democracia, dictadura, derechos humanos, libertades individuales o ciudadanía son conceptos fundamentales que surgieron alrededor de los acontecimientos extraordinarios ocurridos en Francia en la década de 1789 a 1799. El eco de La Marsellesa llega hasta hoy y recuerda la fuerza de su eslogan más conocido: Libertad, Igualdad y Fraternidad.

    Herencia de la Revolución Francesa

POLÍTICA
ECONOMÍA
ORGANIZATIVA
IDEOLÓGICA Y                          CULTURAL
Soberanía nacional
Libertad económica
Tribunales civiles
Laicización.
Constitucionalismo
Protección de la propiedad
Administración territorial nacional
Sistema métrico decimal

Libertades

Igualdad impositiva

Código civil, penal y comercial

Impulso educativo

Separación de poderes





    El arte en el siglo XVIII: el Neoclasicismo y el Romanticismo

    El Neoclasicismo surge en el marco de la difusión de las ideas de la Ilustración y de la Revolución Francesa y como reacción a la sobrecarga decorativa del Barroco inspirado por los descubrimientos arqueológicos de finales del siglo xviii. Se caracterizaba por buscar el equilibrio de la composición, la pureza de las líneas e incorporar elementos y composiciones característicos de las obras de arte griegas y romanas de la Antigüedad, sobre todo en arquitectura, con obras como el Museo Británico en Londres, el Panteón de París, el Museo del Prado en Madrid, y en escultura Antonio Canova. 






    Psique reanimada por el beso del Amor, de Antonio Canova.

    El Romanticismo surgió en Europa hacia 1830 como movimiento intelectual y artístico. Ponía la pasión y los sentimientos por encima de la razón y exaltaba como valor irrenunciable la libertad. En pintura se expresó mediante el movimiento y la luz, con colores brillantes y se eligieron principalmente temas en los que la experiencia vital de sus protagonistas o la propia naturaleza se mostraban con toda su fuerza. Artistas como Delacroix, Géricault, Friedrich, Turner o, en España, Mariano Fortuny, son representativos de esta corriente. 




   Museo Británico, en Londres.





    El mar de hielo, de Caspar David Friedrich

    ¿Qué pasaba en España?


    Durante el siglo XVIII, el desarrollo de la Ilustración española quedó limitado por el absolutismo político confesional de los Borbones. Durante el reinado de Carlos IV (1788-1808), los defensores del Antiguo Régimen intentaron evitar el contagio de lo que estaba pasando en Francia. Pero el eco de la revolución traspasó también los Pirineos. En realidad, la invasión napoleónica de 1808 fue el golpe definitivo que derrumbó un edificio ruinoso, una monarquía erosionada por la descomposición política y moral de la corte, la bancarrota de la Hacienda y la crisis económica y social que asolaba el interior del país.

    La guerra de la Independencia (1808-1812) fue, al mismo tiempo, un conflicto internacional en suelo español (el ejército británico de Wellington), una rebelión patriótica contra los franceses (la «guerrilla») y una lucha política de la mino-ría liberal, que pretendía aprovechar el vacío de poder para derribar el Antiguo Régimen. La Constitución aprobada en Cádiz en 1812 significó el origen de la nación liberal, el punto de partida de la Edad Contemporánea. El regreso al absolutismo de Fernando VII (1814) fue una quimera condenada a fracasar. 





    «Grande hazaña, con muertos», estampa de Los desastres de la guerra, de Goya.

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