miércoles, 13 de junio de 2018

2.LA REVOLUCIÓN FRANCESA

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Tres faltas de ortografía
Nota: 5


   2. LA REVOLUCIÓN FRANCESA

   La historia de Europa, y la del mundo, no volvió a ser igual después de 1789. Los acontecimientos extraordinarios ocurridos en Francia fueron el principio del fin de un orden social, el del Antiguo Régimen, y el inicio de una nueva edad histórica. Las ideas, el lenguaje y los símbolos de la Revolución Francesa dominaron todo el siglo XIX, una época de profundas transformaciones políticas, económicas y sociales. La extensión de la política parlamentaria y constitucional, la generalización de una sociedad de clases y la imposición del liberalismo económico fueron algunos de los cambios más importantes y constituyen las raíces de nuestras sociedades contemporáneas.

   2.1 Las causas de la revolución.



   Los orígenes de la revolución son una combinación de factores políticos, económicos y sociales que tenían que ver con la estructura del Antiguo Régimen y de problemas y conflictos relacionados con la coyuntura del último cuarto del siglo XVIII. El Estado francés atravesaba una profunda crisis financiera. A los enormes gastos de la corte se sumaban Ias deudas contraídas por Ias continuas guerras, como la que se había sostenido contra Gran Bretaña en favor de la independencia de las colonias norteamericanas (1775-1782). La amenaza de la bancarrota era permanente.
Para abordar esa crítica situación, algunos ministros de Hacienda de la monarquía propusieron una reforma fiscal que obligaba a los estamentos privilegiados a pagar los impuestos. Turgot, Necker y Calonne fracasaron en ese intento. Ni la nobleza ni la Iglesia estaban dispuestas a contribuir a las arcas del Estado. En 1787, la Asamblea de Notables exigió al rey que, si quería plantear un nuevo impuesto, debía convocar a los Estados Generales, institución de origen medieval que no se había reunido desde 1614. Esa rebelión nobiliaria, «Ia revuelta de los privilegiados», creó una crisis política que acabó desembocando en la revolución.

   En enero de 1789, la convocatoria de los Estados Generales coincidió con un período de grave crisis económica. Las malas cosechas de los años anteriores (las inundaciones de 1787 y la acusada sequía de 1788) habían provocado una aguda crisis de subsistencia. El precio del trigo se duplicó y el del pan casi llegó a triplicarse. La carestía provocó también la reducción del consumo de productos artesanales, lo que acentuó aún más Ia crisis de las manufacturas derivada de la competencia de los productos ingleses. Muchos talleres y fábricas tuvieron que cerrar dejando a sus trabajadores en el paro.
   
   La escasez de alimentos básicos y la subida de los precios y el desempleo generaron un descontento creciente en las clases populares. El malestar de la población quedé reflejado en los más de 60 000 cuadernos de quejas (cahiers de doléances) que los representantes del tercer estado reunieron por todo el país para enviar sus peticiones al rey. Los campesinos protestaban contra el pago de los diezmos y los abusos de los derechos feudales, los trabajadores urbanos lo hacían contra la escasez, la carestía, la falta de trabajo y el abandono de las autoridades locales.


   Por otra parte, la burguesía urbana se quejaba de la presión fiscal que soportaba, de las trabas impuestas a la libertad de comercio e industria, de la injusticia de los privilegios nobiliarios y de Ia falta de representación política. Los burgueses pedían garantías de libertades civiles y políticas y una reforma profunda del Estado y de la administración. El eco de las ideas políticas de la Ilustración llegó a escucharse en las primeras sesiones de los Estados Generales, abiertas por el rey Luis XVI, el 5 de mayo de 1789, en el palacio de Versalles. Los delegados del tercer estado reclamaron que no se votara de forma separada por estamentos, como era tradición, sino que cada persona tuviera un voto. De esa manera, pretendían evitar el triunfo de las tesis de los privilegiados, que siempre sumaban dos votos (nobleza y clero) contra uno (burguesía). El tercer estado reclamaba el poder de la mayoría, el principio de la revolución.


   -Cahier de doléances
   
   «2. Pedimos insistentemente que Luis XVI, nuestro buen rey, y sus sucesores en línea directa, reinen como verdaderos monarcas, de acuerdo con las leyes fundamentales de la monarquía y que no se impongan otras trabas a su autoridad que aquellas que puedan impedirles hacer reflejar sobre su pueblo las dulces influencias de su bondad.

   3. Que el tercer estado en la provincia de Bretaña sea representado, tanto en los Estados Generales como en los Estados Provinciales por un número de diputados que iguale el número de los dos primeros órdenes reunidos, los cuales diputados no podrán ser nobles, ni procuradores fiscales ni eclesiásticos; y que en ambos estados se vote por cabeza.

   4. Que el clero y Ia nobleza contribuyan con el tercer estado en la construcción y en la conservación de los caminos con trabajo gratuito (corvée royale).

   5. Que se suprima el sorteo de quintas (…). Este es el único medio de conservar las familias, que son lo más preciado y lo más necesario de la nación.

   7. Que las pensiones y otras gracias que disfruta Ia nobleza no sean en adelante una carga para el tercer estado (...).

   9. Que los derechos feudales sean absolutamente abolidos como derechos odiosos y vejatorios».




 
   Composición de los Estados Generales y Juramento de! Juego de Ia Pelota, de Jacques-Louis David. EI 19 de junio, Luis XVI impidió a los diputados del tercer estado acceder al salón de reuniones en Versalles. Al día siguiente, en la sala del Jeu de Paume, una mayoría de ellos decidió juramentarse para dar a Francia una constitución. Cuando el rey clausuró esta sala, acudieron a la iglesia de San Luis. Después de que se les unieran diputados del clero y algunos nobles, Luis XVI aceptó la situación y el 9 de julio se declaró la apertura de la Asamblea Nacional Constituyente.

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