Nota: 9
3.2. La derrota napoleónica
Pero el dominio imperial tenía sus límites. La derrota de la
escuadra naval franco-española en Trafalgar (1805) subrayó la superioridad
marítima de la Armada inglesa, que consiguió sortear el bloqueo continental
decretado por Napoleón (1806).
A partir del año 1812 llegaron los reveses militares:
■ Dos
campañas produjeron un enorme desgaste: en la
península ibérica,
las tropas francesas sufrieron una derrota inicial en Bailén (1808) y una continua erosión
debido a la resistencia de una parte del pueblo español en forma de guerrillas.
En 1812, las victorias del ejército comandado por Wellington obligaron a los
franceses a emprender un repliegue que culminó, un año más tarde, con su
expulsión al otro lado de los Pirineos. En Rusia, la desastrosa invasión que Napoleón
ordenó en 1812 acabó con una retirada en ple-no invierno, que se convirtió en
una catástrofe. De los 600000 soldados de la Grande Armée solo 100000 pudieron
regresar ilesos.
■ La
coalición internacional dirigida por Reino Unido
derrotó a los franceses en Leipzig (1813). Los ejércitos
aliados se adentraron en suelo francés y lograron llegar hasta las puertas de
París, forzando la abdicación de Napoleón (1814), que se retiró a la isla de
Elba.
Su fugaz regreso al poder, en marzo de 1815, el llamado imperio
de los Cien Días, terminó con la derrota sufrida en Waterloo frente a un
ejército internacional formado por tropas inglesas, prusianas, austriacas y
rusas. Napoleón fue desterrado a la isla de Santa Elena donde murió en 1821. El
trono de Francia volvió a manos de los Borbones en la figura de Luis XVIII,
quien otorgó una constitución que favorecía a las clases propietarias
conservadoras, aunque mantenía algunos principios de carácter liberal moderado.
3.3. La huella de la Revolución
Francesa
En 1815, las potencias internacionales que habían derrotado
a Napoleón intentaron restaurar el viejo orden del Antiguo Régimen. Pero, con
el paso de los años, ese propósito se reveló imposible.
Los ejércitos
napoleónicos, en su expansión por toda Europa, habían destruido las estructuras
del feudalismo. Y el derrumbe de las monarquías absolutas permitió también la
llegada de las ideas y de los principios revolucionarios.
En muchos territorios se promulgaron constituciones que
abolían la sociedad estamental y creaban monarquías limitadas por la separación
de poderes y un cuerpo legislativo elegido por sufragio censitario. Lo que
había pasado una vez podía volver a ocurrir. La Revolución Francesa fue un
proceso de cambio radical que convulsionó el continente europeo durante más de
una década y que lo siguió haciendo a lo largo del siglo XIX. Es el episodio
histórico más trascendental para entender la evolución del mundo contemporáneo
occidental.
La Revolución Francesa inauguró el vocabulario político
moderno, puso en marcha los sistemas legales vigentes en la actualidad,
transformó las relaciones sociales y de-mostró que la gente común podía cambiar
el curso de la historia.
Liberalismo, revolución social, burguesía, democracia,
dictadura, derechos humanos, libertades individuales o ciudadanía son conceptos
fundamentales que surgieron alrededor de los acontecimientos extraordinarios
ocurridos en Francia en la década de 1789 a 1799. El eco de La Marsellesa llega
hasta hoy y recuerda la fuerza de su eslogan más conocido: Libertad, Igualdad y
Fraternidad.
Herencia de la Revolución Francesa
POLÍTICA
|
ECONOMÍA
|
ORGANIZATIVA
|
IDEOLÓGICA Y CULTURAL
|
Soberanía nacional
|
Libertad económica
|
Tribunales civiles
|
Laicización.
|
Constitucionalismo
|
Protección de la propiedad
|
Administración territorial nacional
|
Sistema métrico decimal
|
Libertades
|
Igualdad impositiva
|
Código civil, penal y comercial
|
Impulso educativo
|
Separación de poderes
|
El arte en el siglo XVIII: el Neoclasicismo y el Romanticismo
El Neoclasicismo surge en el marco de la difusión de las
ideas de la Ilustración y de la Revolución Francesa y como reacción a la sobrecarga
decorativa del Barroco inspirado por los descubrimientos arqueológicos de
finales del siglo xviii. Se caracterizaba por buscar el equilibrio de la
composición, la pureza de las líneas e incorporar elementos y composiciones
característicos de las obras de arte griegas y romanas de la Antigüedad, sobre
todo en arquitectura, con obras como el Museo Británico en Londres, el Panteón
de París, el Museo del Prado en Madrid, y en escultura Antonio Canova.
Psique reanimada por el beso del Amor, de Antonio Canova.
El Romanticismo surgió en Europa hacia 1830 como movimiento
intelectual y artístico. Ponía la pasión y los sentimientos por encima de la
razón y exaltaba como valor irrenunciable la libertad. En pintura se expresó
mediante el movimiento y la luz, con colores brillantes y se eligieron principalmente temas en los que la experiencia vital de sus protagonistas o la
propia naturaleza se mostraban con toda su fuerza. Artistas como Delacroix,
Géricault, Friedrich, Turner o, en España, Mariano Fortuny, son representativos
de esta corriente.
Museo Británico, en Londres.
El mar de hielo, de Caspar David Friedrich
¿Qué pasaba en España?
Durante el siglo XVIII, el desarrollo de la Ilustración
española quedó limitado por el absolutismo político confesional de los
Borbones. Durante el reinado de Carlos IV (1788-1808), los defensores del
Antiguo Régimen intentaron evitar el contagio de lo que estaba pasando en
Francia. Pero el eco de la revolución traspasó también los Pirineos. En
realidad, la invasión napoleónica de 1808 fue el golpe definitivo que derrumbó
un edificio ruinoso, una monarquía erosionada por la descomposición política y
moral de la corte, la bancarrota de la Hacienda y la crisis económica y social
que asolaba el interior del país.
La guerra de la Independencia (1808-1812) fue, al mismo
tiempo, un conflicto internacional en suelo español (el ejército británico de
Wellington), una rebelión patriótica contra los franceses (la «guerrilla») y
una lucha política de la mino-ría liberal, que pretendía aprovechar el vacío de
poder para derribar el Antiguo Régimen. La Constitución aprobada en Cádiz en
1812 significó el origen de la nación liberal, el punto de partida de la Edad
Contemporánea. El regreso al absolutismo de Fernando VII (1814) fue una quimera
condenada a fracasar.
«Grande hazaña, con muertos», estampa de Los desastres de la
guerra, de Goya.
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