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Falta el vocabulario
Dos faltas de ortografía
Nota: 5
1.4.2. El problema de las <reparaciones> alemanas y las deudas interaliadas.
En la conferencia de Paz de Versalles (1919) se puso fin a la Primera Guerra Mundial. En ella se impuso a Alemania unos pagos en concepto de "reparaciones" por el costo de la guerra y los daños ocasionados a los vencedores. La suma que debía pagar Alemania no se concretó, ya que Estados Unidos proponía que se fijara en la función de las capacidades del país, mientras los demás aliados, especialmente Francia, insistían en resarcirse de todos los costes de la guerra. en 1921, la suma se fijó definitivamente en 132 000 millones de marcos-oro, una cifra imposible de pagar. Efectivamente, los pagos no se efectuaron y en 1923 Francia ocupó la región alemana de Rhur, un importantísimo centro industrial. Para solucionar la inestabilidad creada, en 1924 se reunió un comité interaliado que elaboró el plan Dawes, el cual fijaba la suma real que debía pagar Alemania anualmente.
Para cubrir los pagos, Alemania tuvo que recurrir sobre todo a los créditos, de manera que las reparaciones que se pagaran se costearan con los cuantiosos préstamos norteamericanos solicitados a mediados de los años veinte.
Unido al problema de las reparaciones aparecía el de las deudas interaliadas, que había surgido en el transcurso de la Primera Guerra Mundial.
Estados Unidos había concedido grandes créditos para la compra de material de guerra, de forma que en el año 1919 era acreedor de Inglaterra, Francia, Italia y otros países europeos por un importe total de unos 9500 millones de dólares. Las naciones deudoras deseaban unir el problema de sus débitos con el de las reparaciones alemanas, sosteniendo que se consideraban obligados a pagar solo en la medida en que Alemania abonara las reparaciones
Así se creó una especie de circuito de intercambio: Alemania obtenía capitales estadounidenses para pagar las reparaciones a los aliados, y estos, con ese dinero, pagarían las deudas contraídas con Estados Unidos durante la guerra. De este modo, el dinero que salía del mercado norteamericano volvía a él. Esto hizo que Alemania y Europa fueran muy vulnerables ante cualquier descenso en los créditos estadounidenses, situación que ya comenzó a darse en 1928, cuando parte de los capitales de Estados Unidos se retiraron a Europa atraídos por la especulación en la Bolsa neoyorquina de Wall Street. Este descenso culminaría con la quiebra bursátil de Nueva York en 1929.
1.4.3. La inestabilidad alemana. Los problemas del sistema monetario internacional.
Durante todo el siglo XIX la primera potencia económica mundial fue Gran Bretaña y el peso de sus exportaciones e importaciones fue tal que, unido a la equivalencia libra-oro —una libra podía cambiarse automáticamente por cierta cantidad de oro-, la mayor parte del comercio internacional se hacía en libras. En la práctica, el sistema patrón-oro, hasta la Primera Guerra Mundial, fue un sistema patrón-libra, cuya estabilidad facilitó la fuerte expansión de la producción y el comercio internacionales.
Ahora bien, la Primera Guerra Mundial supuso para Inglaterra la pérdida
de su estatus como primera potencia mundial. Ese papel lo Vino a ocupar
Estados Unidos, que prestó dinero a los países beligerantes y se convirtió en
su gran acreedor. Durante los años posteriores a la Primera Guerra Mundial
se efectuó una gran redistribución de las reservas de oro y de los capitales internacionales, abandonando Europa y dirigiéndose a Estados Unidos. Nueva
York se convirtió entonces en uno de los centros económicos mundiales,
en detrimento de Londres. El dólar se erigió en la única moneda aceptada
libremente como medio de pago; era la única que tenía una equivalencia,
una paridad, con el oro.
Gran Bretaña no aceptó la situación que la desplazaba e intentó restaurar
el papel de Londres y de la libra como centros económicos mundiales.
Nos encontramos así con dos países compitiendo. para que su moneda fuera la básica en los intercambios internacionales: Estados Unidos, potencia emergente, con grandes reservas de oro, y Gran Bretaña, potencia que resistía a dejar de serlo, con reservas de oro en descenso.
En este contexto se reunió la Conferencia Monetaria Internacional (Génova, 1922), con la intención de poner orden en el sistema monetario internacional. Se estableció entonces el sistema patrón de cambios-oro, sustituyendo al patrón-oro. Su principio básico era que dos monedas clave -dólar y libra- volvían al patrón-oro, con lo que los demás países podían tenerlas en reserva -ahorradas- igual que el oro. Esas dos monedas serían convertibles en oro, y el resto de monedas, convertibles en dólares y libras.
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