Falta alguna imagen
Falta el vocabulario
Tres faltas de ortografía
Nota: 4
Esta próspera situación económica hizo que la cifra de paro fuera muy baja, en torno al 2%, y que el nivel de vida fuera elevado, comparado con los demás países del mundo: la población americana, que suponía el 6% de la población mundial, consumía alrededor del 75% del caucho y del petróleo o el 25% del azúcar.
Pese a este panorama de expansión y optimismo, había aspectos de la economía estadounidense que no funcionaban de una manera satisfactoria.
Así, la prosperidad de asentaba sobretodo en una serie de industrias: radio, aparatos domésticos, automóvil y las industrias auxiliares correspondientes. Por contra, otros sectores industriales se resintieron de una manera acusada. Los ferrocarriles comenzaron a tener problemas ante la competencia que le planteaban los transportes por carretera. También sufrían la industria textil y la del carbón, ya que este era progresivamente sustituido por la electricidad como fuente de energía.
En cuanto a precios, se produjo un acentuado desequilibrio entre los precios de los productos agrícolas y los de los productos industriales. Los primeros tendían a la baja, a lo que contribuyó el hecho de que los países europeos restauraran su agricultura una vez finalizada la guerra, mientras que los precios de los segundos se incrementaban. Esta situación repercutió en la pérdida de poder adquisitivo de los agricultores y, por tanto, en la distribución de la demanda de los productos manufacturados.
Estos aspectos favorecieron la aparición de la crisis de 1929. Pese a todo, la prosperidad norteamericana se propagó al resto del mundo a través de las importaciones de productos y de los préstamos al exterior.
1.4. Los síntomas de inestabilidad económica.
Durante los años veinte, una serie de síntomas de inestabilidad económica ya vaticinaban la gran crisis de 1929.
1.4.1. El crecimiento económico desmesurado de los años veinte. El nacionalismo económico.
La producción de bienes, sobre todo a partir de 1925, superaba las necesidades reales de la población. De este modo, varias son las causas que explican que la oferta fuera mayor que la demanda.
En el caso de Estados Unidos, la distribución de la renta y de la riqueza eran muy desiguales. Durante los años 20, el 5% de la población recibía la tercera parte de la renta de toda la nación. Así, la mayoría de la población no tenia poder adquisitivo, perdía capacidad de consumo y esto posibilitaba que la demanda de bienes se contrajera, es decir, se hiciera mas pequeña.
Por otra parte, en la mayoría de los países de la Europa occidental el desempleo era sorprendentemente alto, en comparación con los niveles anteriores a 1914. Solo Estados Unidos se salvaba de esta situación con un índice de paro medio del 4%.
Evidentemente, el alto número de parados disminuyó la capacidad de consumo y redujo la demanda: el obrero parado tenía menos posibilidades de consumo que el obrero activo.
Esta contracción de la demanda, en buena lógica, hubiera arrastrado a los precios a la baja. Sin embargo, esto no sucedió. Los precios se mantuvieron, ya que las empresas se repartían el mercado y unificaban precios, con la clara intención de evitar la competencia.
Ahora bien,la producción no se detuvo, con lo que ante la disminución de la demanda se crearon enormes stocks -bienes producidos pero no vendidos-, ya que a las empresas no les interesaba que salieran al mercado, pues entonces los precios se desplomarían.
Este mantenimiento "artificial" de los precios se produjo sobre todo en los bienes manufacturados, mientras que los precios agrícolas cayeron, ya que los acuerdos mencionados anteriormente no afectaban a la producción agrícola. Esto, unido a una sucesión de buenas cosechas, hizo que los stocks agrícolas también se acumularan.
La caída de los precios agrícolas supuso entonces la reducción de los beneficios de los agricultores, una gran parte de la población, y por tanto, un descenso de su poder adquisitivo. Esta fue otra de las causas de contracción de demanda.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que los focos internacionales de producción y consumo variaron durante la Primera Guerra Mundial y después de esta. Aparecieron nuevos países industrializados -Japón, Australia, Canadá...- que ante la ausencia de importaciones europeas -el Viejo Continente estaba en guerra- potenciaron una industria propia.
Al finalizar la Primera Guerra Mundial, esas nuevas industrias no desaparecieron, con lo que la producción global de productos manufacturados aumentó. A esto debemos sumar la reconstrucción de la economía europea, que producía, tanto en industria como en agricultura, niveles parecidos a los de antes de la Primera Guerra Mundial.
En definitiva, la contracción de la demanda, unida a la reconstrucción de las economías europeas, al avance industrial de países como Japón, Australia o Canadá, al incremento de la producción agrícola de países de economía basada en el monocultivo- Centroamérica, Sudamérica- y la expansión norteamericana, hizo que la producción mundial aumentara por encima de las posibilidades de consumo de la época, originándose así una situación de superproducción de la que los stocks fueron claro síntoma.
Ante esta situación, la única manera de que la industria nacional no desapareciera frente a la competencia exterior sería la adopción de medidas proteccionistas, centradas, sobre todo, en el establecimiento de derechos arancelarios. Algo parecido sucedió en el terreno agrícola. Son de destacar los casos de Gran Bretaña y de Estados Unidos por el potencial económico de ambos países.
Gran Bretaña, que siempre había abogado por el librecambio, aprobó en 1921 la Ley de Salvaguarda de las Industrias y la Ley de Importación, que protegían determinados sectores de la industria británica. En Estados Unidos, por su parte, aumentaron enormemente los derechos arancelarios en 1922.
En definitiva, todos los estados hacían cuanto estaba en sus manos para proteger sus economías frente a las amenazas del exterior, frenando así el comercio internacional y creando tensiones económicas entre países.
1.4. Los síntomas de inestabilidad económica.
Durante los años veinte, una serie de síntomas de inestabilidad económica ya vaticinaban la gran crisis de 1929.
1.4.1. El crecimiento económico desmesurado de los años veinte. El nacionalismo económico.
La producción de bienes, sobre todo a partir de 1925, superaba las necesidades reales de la población. De este modo, varias son las causas que explican que la oferta fuera mayor que la demanda.
En el caso de Estados Unidos, la distribución de la renta y de la riqueza eran muy desiguales. Durante los años 20, el 5% de la población recibía la tercera parte de la renta de toda la nación. Así, la mayoría de la población no tenia poder adquisitivo, perdía capacidad de consumo y esto posibilitaba que la demanda de bienes se contrajera, es decir, se hiciera mas pequeña.
Por otra parte, en la mayoría de los países de la Europa occidental el desempleo era sorprendentemente alto, en comparación con los niveles anteriores a 1914. Solo Estados Unidos se salvaba de esta situación con un índice de paro medio del 4%.
Evidentemente, el alto número de parados disminuyó la capacidad de consumo y redujo la demanda: el obrero parado tenía menos posibilidades de consumo que el obrero activo.
Esta contracción de la demanda, en buena lógica, hubiera arrastrado a los precios a la baja. Sin embargo, esto no sucedió. Los precios se mantuvieron, ya que las empresas se repartían el mercado y unificaban precios, con la clara intención de evitar la competencia.
Ahora bien,la producción no se detuvo, con lo que ante la disminución de la demanda se crearon enormes stocks -bienes producidos pero no vendidos-, ya que a las empresas no les interesaba que salieran al mercado, pues entonces los precios se desplomarían.
Este mantenimiento "artificial" de los precios se produjo sobre todo en los bienes manufacturados, mientras que los precios agrícolas cayeron, ya que los acuerdos mencionados anteriormente no afectaban a la producción agrícola. Esto, unido a una sucesión de buenas cosechas, hizo que los stocks agrícolas también se acumularan.
La caída de los precios agrícolas supuso entonces la reducción de los beneficios de los agricultores, una gran parte de la población, y por tanto, un descenso de su poder adquisitivo. Esta fue otra de las causas de contracción de demanda.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que los focos internacionales de producción y consumo variaron durante la Primera Guerra Mundial y después de esta. Aparecieron nuevos países industrializados -Japón, Australia, Canadá...- que ante la ausencia de importaciones europeas -el Viejo Continente estaba en guerra- potenciaron una industria propia.
Al finalizar la Primera Guerra Mundial, esas nuevas industrias no desaparecieron, con lo que la producción global de productos manufacturados aumentó. A esto debemos sumar la reconstrucción de la economía europea, que producía, tanto en industria como en agricultura, niveles parecidos a los de antes de la Primera Guerra Mundial.
En definitiva, la contracción de la demanda, unida a la reconstrucción de las economías europeas, al avance industrial de países como Japón, Australia o Canadá, al incremento de la producción agrícola de países de economía basada en el monocultivo- Centroamérica, Sudamérica- y la expansión norteamericana, hizo que la producción mundial aumentara por encima de las posibilidades de consumo de la época, originándose así una situación de superproducción de la que los stocks fueron claro síntoma.
Ante esta situación, la única manera de que la industria nacional no desapareciera frente a la competencia exterior sería la adopción de medidas proteccionistas, centradas, sobre todo, en el establecimiento de derechos arancelarios. Algo parecido sucedió en el terreno agrícola. Son de destacar los casos de Gran Bretaña y de Estados Unidos por el potencial económico de ambos países.
Gran Bretaña, que siempre había abogado por el librecambio, aprobó en 1921 la Ley de Salvaguarda de las Industrias y la Ley de Importación, que protegían determinados sectores de la industria británica. En Estados Unidos, por su parte, aumentaron enormemente los derechos arancelarios en 1922.
En definitiva, todos los estados hacían cuanto estaba en sus manos para proteger sus economías frente a las amenazas del exterior, frenando así el comercio internacional y creando tensiones económicas entre países.
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