domingo, 15 de abril de 2018

2.3. La guerra en el Este

Faltaba la etiqueta 0 Tercera evaluación
Una falta de ortografía
Has copiado muy bien los textos pero el primer y el tercer mapas son fantasías de historia alternativa, no corresponden a ningún momento histórico que sucediese
Nota: 7



El siguiente hito de la contienda tuvo lugar en junio de 1941, cuando Hitler ordenó poner en marcha su largamente planeada y ansiada <<Operación Barbarroja>>: la invasión de la Unión Soviética. Para ello constituyó tres grandes cuerpos de ejército (Wehrmacht) con más de tres millones y medio de hombres. El objetivo era conquistar en pocas semanas las ciudades de Leningrado, Moscú, Kiev y Stalingrado. Hitler consideraba que la previsible derrota inminente de la URSS le serviría para asegurar sus espaldas orientales y garantizar los suministros de trigo y petróleo, que tanto escaseaban en Alemania y en la Europa ocupada.

Contra todo pronóstico, las tropas soviéticas, si bien se retiraron hacia el interior abandonando inmensos territorios, no se rindieron y mostraron síntomas de creciente resistencia y voluntad de contraataque. A finales del otoño de 1941, el <<general invierno>>, paralizando las tropas alemanas, les impidió conquistar, salvo Kiev, ninguna de las ciudades declaradas como objetivos de la ofensiva. Para entonces, la Wehrmacht había perdido a casi medio millón de soldados y el 47% de sus blindados. Por el contrario, a pesar de sus masivas pérdidas de hombres, el Ejército Rojo no daba síntomas de colapso y a finales de julio llamaba filas a 5,3 millones de reservistas para defender las líneas en torno a Leningrado, Moscú y Stalingrado.

La paralización de la ofensiva alemana y la estabilización del frente oriental, a fines de 1941, constituyeron uno de los grandes fracasos de Hitler y de sus asesores militares, y acabaría generando las condiciones para la derrota final de Alemania en la guerra.



                              2.4. La mundialización de la contienda:
                                   el frente del Pacífico.

El 7 de diciembre de 1941, la aviación japonesa atacó, sin previo aviso, Pearl Harbor, principal base estadounidense en el Pacífico central. Una parte de la flota estadounidense quedó dañada o destruida. Este hecho provocó su entrada en la guerra. En los meses siguientes, Japón invadió y ocupó los territorios británicos de Malasia, Singapur, parte de Birmania, la Filipinas estadounidenses, la Indochina francesa (Vietnam y Camboya) y las Indias Orientales Neerlandesas (Java, Borneo e islas Célebes).
Los sueños imperiales nipones se habían hecho realidad. Ante el avance japonés, Estados Unidos puso su formidable potencial económico, humano y bélico del lado de los aliados. Esto supuso un cambio decisivo para el desarrollo de una larga contienda. A mediados de 1942, Estados Unidos consiguió detener la expansión japonesa, con lo que la guerra empezó a cambiar a favor de la coalición aliada a un ritmo lento pero constante.

Las tropas, mayoritariamente estadounidenses, iniciaron una metódica campaña de recuperación de los territorios perdidos, ocupando isla tras isla y derrotando sistemáticamente a las tropas imperiales niponas.



                                     La mundialización del conflicto.

Japón había confirmado su compromiso con el Eje Roma Berlín cuando firmó con estas potencias en septiembre el <<Pacto Tripartito>>.


Lógicamente, evitó comprometerse a atacar a la Unión Soviética, ya que la estrategia japonesa era crear su imperio enfrentándose a Estados Unidos y a otras potencias europeas a las que quería desalojar del Pacífico y de Asia oriental. Solamente contaba con Tailandia como aliado y con el estado títere de Manchukuo, en la antigua Manchuria.

La apertura de frentes de combate tanto en Europa como el Pacífico, la participación de las grandes potencias coloniales y la incorporación al conflicto de Estados Unidos convirtieron la guerra en una contienda planetaria sin precedentes.











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