martes, 10 de abril de 2018

4. EL NAZISMO ALEMÁN

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Cuatro errores de transcripción

Nota: 5


4. El nazismo alemán


4.1. Antecedentes del nazismo en Alemania. La personalidad de Hitler y su ideología


            Los orígenes del nazismo hay que buscarlos en la posguerra de la Alemania republicana. Durante los años siguientes a la Gran Guerra, un pequeño grupo de ciudadanos se constituyó como asociación política autodenominándose pretenciosamente Partido de los Obreros Alemanes. Uno de sus primeros miembros fue Adolf Hitler. En 1920 cambiaron su denominación por Partido Nacional Socialista de los Obreros Alemanes (NSDAP) y comenzaron un imparable ascenso social que finalmente tendría drásticas consecuencias.



Adolf Hitler había llegado a Baviera en 1913 y le tocó servir en el ejército alemán durante la Gran Guerra. Tras su estancia en Viena durante el enfrentamiento, regresó convertido en un racista exacerbado, contrario a la 
FALTAN ALGUNAS PALABRAS
aristocracia, al capitalismo, e internacionalismo de la ciudad y de los nuevos tiempos.



            Todo el ideario del régimen nazi fue recogido por el dictador en su libro Mein Kampf ("Mi lucha"). En él, el odio a los judíos y la superioridad de la raza aria serían la bandera con la que identificar al pueblo alemán sobre todos los demás.

         Los judíos eran una pequeña minoría –600.000 en toda Alemania– y, como estrategia política, se les podía atacar sin perder muchos votos en las urnas. Por ello, estaban en el punto de mira de todos: para la izquierda, los capitales judíos eran deleznables; para la derecha, los revolucionarios judíos eran una amenaza intolerable.

      Esta política antisemita desencadenó una oleada de persecuciones judías, entre otras minorías étnicas. La legislación estuvo al servicio de esta injusticia: las leyes de Nuremberg, publicadas en 1935, detallaban las condiciones necesarias para ser súbdito del Reich y aludían a la limpieza de sangre alemana

          Respecto a las mujeres y los jóvenes, el trato también fue desigual. A ellas se las excluyó de la educación, reduciéndose su ámbito se actuación a las labores domésticas del hogar. Por otro lado, el futuro Reich dependía de la juventud, a la que se dedicaron grandes esfuerzos en su adhesión al nacionalsocialismo. Se fomentaron las juventudes hitlerianas a la vez que se depuraron las universidades, bibliotecas y museos.

           El Imperio, la nación alemana que albergaría todas las tierras en las que se hablara lengua alemana, era la base sobre la que se justificó la necesidad de buscar un «espacio vital», argumento esgrimido a la hora de realizar la expansión territorial.

          La necesidad de revisión del Tratado de Versalles, la intención de conquistar países que quedaran al servicio de la raza aria y la destrucción del bolchevismo, constituían las ideas fundamentales de Hitler para implementar un nuevo orden en Europa bajo su única órbita. Por ello, el Führer –'el guía'– era el emblema carismático que movía a las masas y el ejecutor del destino del pueblo alemán.

        Una extensa burocracia, integrada por miembros del partido, funcionarios adictos al régimen y miembros de las SS, se adueñó de Alemania. Se extinguieron las instituciones de tipo occidental –Parlamento, Consejo de Ministros, etc.–; eran el Führer y su entorno quienes gobernaban. Hitler se rodeó de un culto a su persona y de unos símbolos paganos que le otorgaron un halo semidivino: saludo romano, acompañado del grito ¡Heil Hitler! –un saludo de respeto a la autoridad, una especie de «viva»–, la cruz gamada, etc.
Igualmente, la propaganda fue hábilmente manipulada: las radios a precios asequibles fueron introducidas por todo el país y en ellas era imposible escuchar emisoras extranjeras.

  
Cartel alemàn de 1923. Levantamiento 
comunista en Baviera.




              La sección cultural del Reich centralizaba y controlaba a artistas y escritores. Los intelectuales que no aceptaron perder su independencia tuvieron que exiliarse de Alemania. Thomas Mann, Bertold Brecht y grandes hombres de ciencia tuvieron que salir a investigar allí donde fueran recibidos. Einstein, por ejemplo, emigró a Estados Unidos.


4.2. La organización del partido y el acceso del nazismo al poder (1918-1933)


         Tras la toma del Ruhr alemán por los franceses en 1923, los nacionalsocialistas denunciaron la debilidad de la República de Weimar y protagonizaron el fallido golpe de estado conocido como el «putsch de la cervecería».

           A principios de 1924, con un nuevi espíruto de concordia internacional que culminó al año sigiente, Alemania empezó a salir progresivamente de la crisis en la que estaba sumida. Por esta causa, el nacionalsocialismo entró en una fase de desprestigio y abandono de sus afiliados. Hitler apareció  entonces ante el mundo como un charlatán y sus seguidores como lunáticos.



      Sin embargo, en 1929, al estallar la Gran Depresión, Hitler resurgió de entre las cenizas como un coloso capaz de salvar de esta situación a la ciudadanía alemana.





            Alemania sufrió la crisis económica de 1929 más que ningún otro país. Había 6 millones de parados; los votos de la izquierda aumentaban y las clases medias se sentían horrorizadas ante una posible victoria del comunismo y el nuevo bolchevismo. Hitler encendió los sentimientos de todos a través de una propaganda violenta y confusa a la vez. La democracia de la República de Weimar era demasiado nueva para soportar esta sacudida.


Vocabulario

SS: policía militarizada del partido nazi que acabó controlando el país con feroces y violentos métodos
Putsch de la cervecería: en 1923, imitando la marcha sobre Roma de Mussolini, los camisas pardas, bandas armadas nazis, llevaron a cabo el putsch -levantamiento o golpe de estado- de la cervecería en Munich; Hitler disparó un revólver contra el techo y proclamó que la revolución nacional había estallado. Fue apresado y encarcelado.

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