domingo, 15 de abril de 2018

3.2. Japón: la expansión económica

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Dos faltas de ortografía
Nota: 7

    En el siglo XIX, Japón era un lugar aislado, con na cultura ancestral, sometido a un régimen feudal. La revolución política y económica del período Meiji (1868-1912) modernizó al país y lo convirtió en la primera potencia industrial y militar de Asia.


    Su política imperialista y belicista le llevó hasta la Segunda Guerra Mundial. La derrota final contra Estados Unidos supuso la ocupación de su territorio, la supresión del ejército nipón y el control de sus instituciones. Pero el contexto de la Guerra Fría y el inicio de la guerra de Corea (1950-1953) cambiaron la política estadounidense. Terminó la ocupación y comenzó a llegar la ayuda técnica y financiera que aseguraban la permanencia de Japón dentro del bloque occidental capitalista. En muy poco tiempo, Japón recuperó el nivel de desarrollo económico que tenía antes de la guerra. Y antes de terminar la década de 1960 se había convertido en la tercera potencia económica mundial.


    El <<milagro>> económico japonés se explica por varios factores:

    - La existencia de una mano de obra abundante bien cualificada.

    - La inversión estatal en desarrollo científico e innovación.

    - La construcción de grandes concentraciones industriales tecnológicas.

    - El gran impulso de las exportaciones.

    - La pervivencia en el mundo laboral de los valores tradicionales del ahorro, la disciplina y el respeto a la jerarquía.

    - La no inversión en gastos militares ( asumidos por Estados Unidos), que sirvió para desviar el presupuesto a gastos sociales y de innovación tecnológica.


    La imagen del éxito de Japón en el exterior quedó asociada a los productos electrónicos, la informática y el sector del automóvil. Pero en las dos décadas finales del siglo XX sufrió también los efectos de la recesión económica, la competencia de los llamados <<dragones>> asiáticos (Taiwán, Corea del Sur, Singapur y Hong Kong) y los problemas asociados a la vida en las grandes megalópolis y la degradación del medio ambiente.










    4 El despertar de África


    A finales del siglo XIX, África era un continente repartido entre las principales potencias de Europa. Así lo habían decidido en la Conferencia de Berlín (1884-1885), el momento cumbre del imperialismo europeo. Un continente todavía FALTA UNA FRASE colonial que perseguía, sobre todo, la explotación de los recursos naturales y el control de la mano de obra indígena, sin derechos sociales ni políticos. Los dos imperios más importantes, el británico y el francés, dominaban la mayor parte de los territorios, divididos por fronteras arbitrarias que separaban a tribus y pueblos.



    4.1. Los nacionalismos africanos


    Al acabar la Segunda Guerra Mundial, la situación de África apenas había variado. Solo tres Estados, Egipto, Liberia y Etiopía, disfrutaban oficialmente de su independencia.


    El proceso de descolonización del continente no se inició hasta los años finales de la década de 1950 debido al pobre desarrollo social y económico de la mayoría de los territorios, sobre todo los de la llamada África negra, que se extiende desde el trópico de Cáncer hasta el sur del continente. Pero en apenas una década se configuró un nuevo mapa político, con casi cuarenta nuevos Estados.


    La oleada descolonizadora de los años cincuenta y sesenta estaba relacionada con la existencia de una nueva élite africana, dedicada a actividades comerciales, administrativas y profesionales, que había sido educada en las universidades europeas y conocía el ideario de libertad, democracia y emancipación. En esos años surgieron muchos partidos y organizaciones nacionalistas, de tendencia progresista y socialista, que fueron capaces de movilizar a la población a partir de su identificación con la cultura y las tradiciones africanas. Así  nació el panafricanismo, una corriente política que promovía la solidaridad y la unión entre los pueblos africanos en su objetivo común de luchar contra el colonialismo europeo.


    El proyecto utópico de una futura unión africana de carácter federal no pasó de la cabeza de algunos intelectuales y políticos, pero impulsó el desarrollo de los movimientos de liberación y ayudó a extender la conciencia nacional entre la población. Su figura más destacada fue el presidente de Ghana, Kwame Nkrumah, uno de los líderes políticos que hizo posible, en 1963, la creación de la Organización para la Unidad Africana (OUA).


    Egipto era un antiguo protectorado británico que había conseguido su independencia en 1922.

    Liberia era una república fundada a mediados del siglo XIX por colonos estadounidenses de raza negra.

    El antiguo reino de Etiopía, conquistado por las tropas italianas, había recuperado su independencia durante la Segunda Guerra Mundial.




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