Falta la sangría
Nota: 9
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3 LOS NUEVOS TIPOS DE INDUSTRIA
3.1 La mecanización y el sistema fabril
Las nuevas fuentes de energía (hidráulica y vapor) impulsaron la mecanización del proceso productivo a partir de la utilización de nuevas máquinas que podían trabajar día y noche y realizar simultáneamente diferentes operaciones con mucha más rapidez.
La nueva maquinaria se aplicó en la agricultura, la industria y los medios de transporte, lo que provocó un aumento de la producción, la mejora de la calidad de los productos y el comercio a distancia. El incremento de la productividad hizo disminuir los costes de producción y el precio de venta, y aumentar el número de consumidores.
La mecanización estimuló la implantación del sistema fabril, una nueva manera de organizar la producción y el trabajo. El elemento central de este modelo era la fábrica, que reunía bajo un mismo techo los dos factores de producción: el capital (local, máquinas y materias primas) y el trabajo (mano de obra). Este sistema comportó la ruina de muchos artesanos, el fin del domestic system (trabajo a domicilio) y el inicio de la producción en serie.
3.2 La industria algodonera
El primer sector en mecanizar la producción fue la industria textil algodonera. El algodón es una fibra vegetal propia de climas subtropicales que los ingleses difundieron por Europa a finales del siglo XVII, a través de la importación de tejidos de algodón estampados de la India (indianas). Al ser un tejido más higiénico y confortable que las fibras tradicionales, su demanda aumentó rápidamente.
Ante la necesidad de incrementar la producción de tejidos de algodón, algunos empresarios introdujeron innovaciones en el proceso del hilado y el tejido. La mecanización del tejido se inició con la lanzadera volante (John Kay, 1733), que aumentó la velocidad del tejido y permitió dar mayor anchura a las piezas.
La hiladora Spinning Jenny (Hargreaves, 1764) y la Mule Jenny (Croptom, 1779), que funcionaba a vapor, aumentaron la productividad del hilado.
El desarrollo de la hilatura estimuló el del tejido, y en 1786, Cartwright inventó el primer telar mecánico movido por la fuerza del vapor. El incremento en la producción de tejidos requirió ingentes cantidades de blanqueadores y tintes que desarrollaron la industria química.
Los empresarios textiles, que disponían de una materia prima a bajo precio (algodón en rama), de una mano de obra barata precedente del campo y el aumento de las ventas, obtuvieron grandes beneficios, una parte de los cuales reinvertían en el desarrollo de la industria.
3.3 La industria siderometalúrgica
La necesidad de hierro para maquinaria, construcción de puentes y producción de armamento estimularon la industria siderúrgica. La fundición del hierro en altos hornos necesitaba un combustible más efectivo que al carbón vegetal. Abraham Darby ideó, en 1709, un método que utilizaba carbón de coque (mineral), con mucho más poder calorífico.
Continuas innovaciones, como la pudelación y el laminado (Cort, 1783), perfeccionaron este proceso industrial. Más adelante, en 1856, el convertidor de Besssemer transformó el hierro fundido en acero. Estos cambios permitieron aumentar la producción, mejorar la calidad del hierro y disminuir los precios. El impulso definitivo de la siderurgia llegaría con la construcción de la red ferroviaria, a partir de 1830.
El desarrollo de la siderurgia propició el de la metalurgia, dedicada a fabricar las máquinas para las actividades industriales. A mediados del siglo XIX, estas industrias (siderurgia y metalurgia) se convirtieron en los sectores clave de la industrialización.
3.4 La minería del carbón y del hierro
La máquina de vapor y la industria siderúrgica, que necesitaban grandes cantidades de hierro y carbón, estimularon la extracción de ambos minerales. El desarrollo de la minería fue posible gracias al uso de vigas de hierro para cimentar las galerías, que permitió mayor seguridad en los pozos mineros, y a la introducción de raíles y vagonetas que facilitaron la extracción y el transporte del mineral.
La minería y la siderurgia generaron los característicos "paisajes negros" de las regiones mineras de Europa (Gales, Asturias, País Vasco).
3.5 La expansión de la industrialización
A lo largo del siglo XIX, el proceso industrializador, iniciado en Gran Bretaña, se expandió por Europa.
A principios del siglo XIX, las transformaciones económicas comenzaron en Francia y Bélgica, donde la industrialización se sustentó en la explotación de los ricos yacimientos de carbón. A partir de 1850, Alemania cimentó su desarrollo industrial en la abundancia de carbón y hierro, en la concentración del capital financiero en grandes corporaciones bancarias y en un importante sector siderúrgico y químico.
En Italia y España, el crecimiento industrial fue más tardío y, en muchos casos, incompleto, coexistiendo áreas fuertemente industrializadas con regiones de economía básicamente rural.
En la Europa oriental, solo en zonas muy localizadas de los imperios austrohúngaro y ruso, se asentó una incipiente industrialización a finales del siglo XIX.
En el resto del mundo, tan solo en Estados Unidos y Japón se desarrolló una industria semejante a la europea. A consecuencia de la expansión de la industria las crisis de superproducción tuvieron también impacto mundial.
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