domingo, 26 de noviembre de 2017

6. La Rusia Zarista

Falta la sangría

Cinco palabras mal copiadas

Nota final: 4

6.1 Un Territorio Inmenso



A finales del siglo XIX, el Imperio ruso era aparentemente poderoso. Se extendía sobre un territorio inmenso de casi 22 millones de kilómetros cuadrados y tenía una población de 170 millones de habitantes. Este extenso Imperio se había formado en los últimos 200 años, en el este, sobre las tierras asiáticas, y, en el oeste, a costa de los pueblos de la Europa oriental y de una parte del desmembrado Imperio turco.




Su fuerza era solo aparente porque presentaba enormes desequilibrios. Grandes zonas del Imperio estaban casi deshabitadas, la población se concentraba en el oeste, su economía era esencialmente rural y arcaica, y estaba constituido por un mosaico de nacionalidades, lenguas y religiones.




6.2 La autocracia zarista



Rusia era un gran Imperio tradicional, que, a finales del siglo XIX, mantenía una monarquía absoluta en la que el el zar tenía un poder autocrático que provenía de Dios. Gobernaba por decreto (ukase), y nadie, ni ninguna institución, podía controlar ese poder.




Para ejercer su dominio, el zar se sustentaba en cuatro grandes instituciones: una enorme administración con una poderosa burocracia, un ejército dirigido por la nobleza, una policía que se encargaba de mantener el orden público, y la Iglesia ortodoxa, que tenía gran influencia en la población y que bendecía al zar y a la sociedad estamental.




6.3 Una sociedad tradicional




En Rusia existía una poderosa aristocracia, que poseía inmensos territorios en los que se mantenía una estructura rural y señorial, al margen de las transformaciones europeas. La miseria de la población humilde y la riqueza de los poderosos era mayor todavía que en otros países europeos.





La servidumbre personal estaba vigente, los campesinos no podían abandonar las tierras y eran vendidos con ellas. Cultivaban las parcelas cedidas por los señores en régimen de comunidad y debían pagar censos en trabajo y en metálico. Existían algunos medianos propietarios agrícolas más acomodados, pero eran la minoría. La miseria provocaba miles de muertos y revueltas en el campo.




Con la llegada al poder del zar Alejandro II (1855-1881), y ante la graves situación económica, se iniciaron una serie de reformas en la administración, en la enseñanza y en el ejército.




6.4 Las reformas de Alejandro II






La reforma más importante de Alejandro II fue la abolición de la servidumbre (1861). Sin embargo, los campesinos quedaron decepcionados porque, aunque se les permitía comprar tierras, para la mayoría esto era imposible. Solo los más acomodados se lo pudieron permitir, y compraron tierras de campesinos pobres, lo cual originó una nueva burguesía rural (kulaks). Mientras, otros muchos campesinos cayeron en ks miseria (mugics) y tuvieron que emigrar a las ciudades en busca de trabajo.




Alejandro II también impulsó la industrialización del Imperio y la construcción del ferrocarril, un medio de transporte indispensable para comunicar un territorio tan extenso. Pero el capital interior, en manos de la aristocracia rural, no estaba demasiado interesado en la industria.




De este modo, se recurrió a las inversones extranjeras, que procedían esencialmente de Francia, Bélgica, Inglaterra y Alemania. Esto provocó una rápida industrialización, concentrada en determinadas zonas de Rusia (San Petersburgo, Moscú, Ucrania, Bakú y los Urales).




El asesinato de Alejandro II a manos de revolucionarios paralizó las reformas y supuso un retorno a las formas autoritarias tradicionales. En esas circunstancias, las doctrinas revolucionarias (anarquismo, marxismo, etc.) arraigaron profundamente entre parte del campesinado y del incipiente proletariado.

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