viernes, 24 de noviembre de 2017

7. Transformaciones económicas y sociales durante el siglo XIX en Andalucía

Falta la sangría
Nota: 9

El impacto de las desamortizaciones

Las desamortizaciones propuestas tuvieron importantes consecuencias en la estructura de la propiedad agraria andaluza. Un gran volumen de parcelas pasaron a manos privadas, lo que significó la consolidación de la gran propiedad agraria en Andalucía, sobre todo en el valle del Guadalquivir (Sevilla y Córdoba).

De este modo, la reforma agraria liberal consolidó la división social entre grandes propietarios y una enorme cantidad de campesinos sin tierras (jornaleros), más empobrecidos todavía al verse privados del uso de las parcelas comunales y de sus beneficios.

Tampoco comportó una modernización agrícola: se siguió con los cultivos tradicionales, la utilización intensiva de mano de obra barata y escasa mecanización. No obstante, hubo una expansión del olivar y se ampliaron los cultivos del algodón, la caña de azúcar y el tabaco.

La vid atravesó una primera etapa expansiva, pero pronto le afectó la plaga de la filoxera (1878) A pesar de ello, aumentó la exportación de vinos jerezanos y de aceite en los últimos años del siglo XIX.

El fracaso de la industrialización

A principios del siglo XIX, Andalucía tenia grandes posibilidades de liderar en España la industrialización. Poseía abundantes recursos agrícolas y mineros, capitales provenientes del comercio americano y una población relativamente abundante. Sin embargo, a finales de siglo se hizo evidente el fracaso del modelo industrializador.

Las razones que frustraron los intentos industrializadores en Andalucía tienen mucho que ver con la ausencia de una burguesía industrial. La gran burguesía comercial andaluza, enriquecida por el tráfico comercial con América, mostró poco interés en invertir en la industria.

La burguesía, al igual que las grandes fortunas nobiliarias, se dirigió más a la compra de tierras, de fincas urbanas y de acciones ferroviarias que a la consolidación de una estructura industrial propia sostenida por un sector financiero andaluz.

También influyeron la falta de combustible a buen precio (carbón) y la debilidad del mercado como consecuencia de la escasa capacidad de consumo de los campesinos, en su mayoría jornaleros pobres.

El resultado de todo ello fue el mantenimiento de una estructura económica basada en la agricultura, escasamente modernizada, y en la que los beneficios se invertían, en todo caso, fuera de la región.

Una sociedad agraria

Durante el siglo XIX, la población andaluza casi se duplicó, y a finales de la centuria alcanzaba los 3 400 000 habitantes.

La sociedad andaluza siguió dominada por una oligarquía agraria formada por grandes terratenientes, muchos de ellos nobles que habían comprado tierras desamortizadas y se habían enriquecido con la subida de los precios agrarios. La burguesía comercial, muy importante en las zonas costeras, se vio perjudicada por el hundimiento del mercado americano y, gran parte, se dedicó a las finanzas o incluso a la compra de tierras para poder vivir también de las rentas agrarias.

La vieja nobleza y la nueva burguesía agraria constituían la élite social que junto a la iglesia controlaban la vida social, política y cultural andaluza. Parentados entre sí, tejieron una red de relaciones sociales e impusieron unos modos de vida muy ligados a la tradición.

Los campesinos constituían más del 70% de la población y muchos de ellos eran jornaleros sin tierras. No podemos olvidar la existencia de minorías tan importantes como los gitanos, que vivían una fuerte marginación social. Las miserables condiciones de vida de los grupos más desfavorecidos dieron lugar a huelgas y acciones reivindicativas, y hacia finales de siglo empezaron a emigrar a otras regiones españolas, América Latina y Argelia.

Conflictos sociales y organizaciones obreras

La precaria situación de campesinos y asalariados urbanos se agravaba con las periódicas crisis de subsistencia (malas cosechas, aumento del precio del pan, etc.), que provocaban hambre en muchas zonas. La crispación social se plasmaba en el campo, en acciones similares a los movimientos de carácter ludista (asaltos, robos, incendios de pajares, etc.). Las cuencas mineras también fueron un foco de conflicto, sobre todo en Huelva.

El pensamiento anarquista se extendió rápidamente por Andalucía alcanzando los 60 000 afiliados, muy concentrados en Málaga, Cádiz y Sevilla. Por su parte, los socialistas tuvieron un crecimiento,
mucho más débil, aunque en 1885 se crearon en Málaga la primera Agrupación socialista de Andalucía.

EXTRAS

Industria y minería


La industria siderúrgica andaluza se ubicó finales de la década de 1820 en Málaga, con la construcción en Marbella de los hornos de fundición de La Concepción. En los años siguientes surgieron otras empresas similares en diversas zonas de Málaga y Sevilla.

 Aprovechando las guerras carlistas, que paralizaron las ferrerías del Norte de España, las siderurgias andaluzas vivieron una etapa de expansión que se vio favorecida por la construcción, a partir de 1859, de las primeras líneas de ferrocarril.

 La industria textil con el objetivo de satisfacer la demanda del mercado regional se desarrollo, sobre todo en Málaga.

Este impulso industrial se extendió también por Sevilla (fábrica loza de La Cartuja), Cádiz (industria vitivinícola jerezana) y Almería (industrias de fundición) 

La actividad minera se reactivó en la década de 1820. Se explotó el plomo de la zona almeriense, pero entró en declive a finales de siglo. A mediados de la centuria la obtención de plomo se inició en la Sierra Morena (Linares, La Carolina...).

A finales del XIX se explotaron los yacimientos carboníferos (Peñarroya), las minas de hierro en las sierras almerienses de Los Filabres y Bédar y, las de cobre en Huelva (Riotinto)


Las revueltas en el campo y en las minas

El 24 de agosto último unos sesenta braceros de Algarinejo (Granada) se amotinaron con el pretexto de que se les repartieran las tierras de una dehesa laborable de aquel término. La autoridad local mostró toda la energía necesaria para contener la sedición y logró disolver a los amotinados, pero éstos desistieron de su empeño con la promesa de que repetirían su asonada si no se les hacía la repartición del terreno que solicitaban.

Diario Eco del Comercio. Madrid, 1834.


A las cuatro se presentó el gobernador, salió al balcón y dirigió la palabra al pueblo, preguntando si estaban conformes con el jornal; contestaron que no; volvió a salir y dijo que vería al director y que hoy o mañana se sabría
el resultado. Los trabajadores dijeron que estaban parados hacía tres días, por lo cual deseaban saber el resultado cuanto antes.
(...) De pronto los soldados de Pavía formaron cuadro y rompieron un fuego graneado a boca de jarro, tan terrible que se sabe que han muerto más de 50, entre ellos una mujer con su niño de pecho en los brazos y dos o tres niños de cuatro a cinco años. En la mina no caben los heridos.

Diario El Socialista:
"Los asesinos de Riotinto", 1888.

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