Nota: 9
El impacto de las desamortizaciones
Las
desamortizaciones propuestas tuvieron importantes
consecuencias en la estructura de la propiedad agraria
andaluza. Un gran volumen de parcelas pasaron a manos
privadas, lo que significó la consolidación de la gran propiedad agraria en Andalucía, sobre todo en el valle del
Guadalquivir (Sevilla y Córdoba).
De este
modo, la reforma agraria liberal consolidó la división
social entre grandes propietarios y una enorme cantidad
de campesinos sin tierras (jornaleros), más empobrecidos
todavía al verse privados del uso de las parcelas
comunales y de sus beneficios.
Tampoco
comportó una modernización agrícola: se siguió con
los cultivos tradicionales, la utilización intensiva de mano
de obra barata y escasa mecanización. No obstante,
hubo una expansión del olivar y se ampliaron los cultivos
del algodón, la caña de azúcar y el tabaco.
La vid
atravesó una primera etapa expansiva, pero pronto le afectó la plaga
de la filoxera (1878) A pesar de ello, aumentó la exportación de
vinos jerezanos y de aceite en los últimos años del siglo XIX.
El fracaso de la industrialización
A
principios del siglo XIX, Andalucía tenia grandes posibilidades de liderar
en España la industrialización. Poseía abundantes recursos agrícolas y
mineros, capitales provenientes del comercio americano y una población
relativamente abundante. Sin embargo, a finales de siglo se hizo
evidente el fracaso del modelo industrializador.
Las razones que frustraron los intentos industrializadores en Andalucía
tienen mucho que ver con la ausencia de una burguesía industrial. La
gran burguesía comercial andaluza, enriquecida por el tráfico comercial
con América, mostró poco interés en invertir en la industria.
La
burguesía, al igual que las grandes fortunas nobiliarias, se dirigió más a
la compra de tierras, de fincas urbanas y de acciones ferroviarias
que a la consolidación de una estructura industrial propia sostenida
por un sector financiero andaluz.
También
influyeron la falta de combustible a buen precio (carbón) y la
debilidad del mercado como consecuencia de la escasa capacidad de
consumo de los campesinos, en su mayoría jornaleros pobres.
El
resultado de todo ello fue el mantenimiento
de una estructura económica basada
en la agricultura, escasamente
modernizada, y en la que los beneficios
se invertían, en todo caso, fuera de
la región.
Una sociedad agraria
Durante
el siglo XIX, la población andaluza casi se duplicó, y a finales de
la centuria alcanzaba los 3 400 000 habitantes.
La
sociedad andaluza siguió dominada por una oligarquía agraria formada
por grandes terratenientes, muchos de ellos nobles que habían
comprado tierras desamortizadas y se habían enriquecido con la
subida de los precios agrarios. La burguesía comercial, muy importante
en las zonas costeras, se vio perjudicada por el hundimiento
del mercado americano y, gran parte, se dedicó a las finanzas o
incluso a la compra de tierras para poder vivir también de las rentas
agrarias.
La vieja
nobleza y la nueva burguesía agraria constituían la élite social
que junto a la iglesia controlaban la vida social, política y cultural
andaluza. Parentados entre sí, tejieron una red de relaciones
sociales e impusieron unos modos de vida muy ligados a la tradición.
Los
campesinos constituían más del 70% de la población y muchos de ellos
eran jornaleros sin tierras. No podemos olvidar la existencia de
minorías tan importantes como los gitanos, que vivían una fuerte marginación
social. Las miserables condiciones de vida de los grupos más
desfavorecidos dieron lugar a huelgas y acciones reivindicativas, y
hacia finales de siglo empezaron a emigrar a otras regiones españolas,
América Latina y Argelia.
La
precaria situación de campesinos y asalariados urbanos se agravaba con
las periódicas crisis de subsistencia (malas cosechas, aumento del
precio del pan, etc.), que provocaban hambre en muchas zonas. La
crispación social se plasmaba en el campo, en acciones similares
a los movimientos de carácter ludista (asaltos, robos, incendios de
pajares, etc.). Las cuencas mineras también fueron un foco de
conflicto, sobre todo en Huelva.
El
pensamiento anarquista se extendió rápidamente por Andalucía
alcanzando los 60 000 afiliados, muy concentrados en Málaga, Cádiz y
Sevilla. Por su parte, los socialistas tuvieron un crecimiento,
mucho más
débil, aunque en 1885 se crearon en Málaga la primera Agrupación
socialista de Andalucía.
EXTRAS
Industria y minería
La
industria siderúrgica andaluza se ubicó finales de la década de 1820 en Málaga,
con la construcción en Marbella de los hornos de fundición de La Concepción.
En los años siguientes surgieron otras empresas similares en diversas zonas
de Málaga y Sevilla.
Aprovechando las guerras carlistas, que paralizaron las
ferrerías del Norte de España, las siderurgias andaluzas vivieron una etapa de
expansión que se vio favorecida por la construcción, a partir de 1859, de las
primeras líneas de ferrocarril.
La industria textil con el objetivo de
satisfacer la demanda del mercado regional se desarrollo, sobre todo en
Málaga.
Este impulso industrial se extendió también por Sevilla (fábrica loza
de La Cartuja), Cádiz (industria vitivinícola jerezana) y Almería (industrias
de fundición)
La actividad minera se reactivó en la década de 1820. Se explotó
el plomo de la zona almeriense, pero entró en declive a finales de siglo. A
mediados de la centuria la obtención de plomo se inició en la Sierra Morena (Linares,
La Carolina...).
A finales del XIX se explotaron los yacimientos carboníferos
(Peñarroya), las minas de hierro en las sierras almerienses de Los Filabres y
Bédar y, las de cobre en Huelva (Riotinto)
Las
revueltas en el campo y en las minas
El 24 de
agosto último unos sesenta braceros de
Algarinejo (Granada) se amotinaron con el pretexto
de que se les repartieran las tierras de una
dehesa laborable de aquel término. La autoridad
local mostró toda la energía necesaria
para contener la sedición y logró disolver a los
amotinados, pero éstos desistieron de su
empeño con la promesa de que repetirían su
asonada si no se les hacía la repartición del
terreno que solicitaban.
Diario
Eco del Comercio. Madrid, 1834.
A las
cuatro se presentó el gobernador, salió al balcón
y dirigió la palabra al pueblo, preguntando
si estaban conformes con el jornal; contestaron
que no; volvió a salir y dijo que vería al
director y que hoy o mañana se sabría
el
resultado. Los trabajadores dijeron que estaban
parados hacía tres días, por lo cual deseaban
saber el resultado cuanto antes.
(...) De
pronto los soldados de Pavía formaron
cuadro y rompieron un fuego graneado a boca de
jarro, tan terrible que se sabe que han
muerto más de 50, entre ellos una mujer con su
niño de pecho en los brazos y dos o tres
niños de cuatro a cinco años. En la mina no caben
los heridos.
Diario El Socialista:
"Los
asesinos de Riotinto", 1888.
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