sábado, 11 de noviembre de 2017

Bloque 4. El Imperialismo del siglo XIX y la Primera Guerra Mundial

Bloque 4. El Imperialismo del siglo XIX y la Primera Guerra Mundial

Contenidos

El imperialismo en el siglo XIX: causas y consecuencias. La Gran Guerra (1914-1918) o Primera Guerra Mundial.
La Revolución Rusa.
Las consecuencias de la firma de la paz.
La ciencia y el arte en el siglo XIX en Europa, América y Asia.

Criterios de evaluación

1. Identificar las potencias imperialistas y el reparto de poder económico y político en el mundo en el último cuarto del siglo XIX y principios del XX.
2. Establecer jerarquías causales (aspecto, escala temporal) de la evolución del imperialismo.
3. Conocer los principales acontecimientos de la Gran Guerra, sus interconexiones con la Revolución Rusa y las consecuencias de los tratados de Versalles.
4. Esquematizar el origen, el desarrollo y las consecuencias de la Revolución Rusa.
5. Conocer los principales avances científicos y tecnológicos del siglo XIX, consecuencia de las revoluciones industriales.
6. Relacionar movimientos culturales como el romanticismo, en distintas áreas, reconocer la originalidad de movimientos artísticos como el impresionismo, el expresionismo y otros ismos en Europa.

Estándares de aprendizaje evaluables

1.1. Explica razonadamente que el concepto “imperialismo” refleja una realidad que influirá en la geopolítica mundial y en las relaciones económicas transnacionales.
1.2. Elabora discusiones sobre eurocentrismo y globalización.
2.1. Sabe reconocer cadenas e interconexiones causales entre colonialismo, imperialismo y la Gran Guerra de 1914.
3.1. Diferencia los acontecimientos de los procesos en una explicación histórica, de la Primera Guerra Mundial.
3.2. Analiza el nuevo mapa político de Europa.
3.3. Describe la derrota de Alemania desde su propia perspectiva y desde la de los aliados.
4.1. Contrasta algunas interpretaciones del alcance de la Revolución Rusa en su época y en la actualidad.
5.1. Elabora un eje cronológico, diacrónico y sincrónico, con los principales avances científicos y tecnológicos del siglo XIX.
6.1. Comenta analíticamente cuadros, esculturas y ejemplos arquitectónicos del arte del siglo XIX.
6.2. Compara movimientos artísticos europeos y asiáticos.


1. Política y relaciones internacionales

Los sistemas políticos en Europa
Entre 1870 y 1914 coexistieron dos sistemas distintos:
Los sistemas parlamentarios se impusieron en Europa occidental. Así, muchos países adoptaron el sufragio universal masculino y aparecieron movimientos sufragistas que reivindicaron el voto femenino, aunque este solo se alcanzó en Finlandia (1906) y Noruega (1913).
Fuera de Europa, Estados Unidos adoptó también el sufragio universal masculino; y Japón implantó un sistema parlamentario.
Los sistemas autocráticos subsistieron en Europa central y oriental.
El imperio austro-húngaro estaba formado por múltiples nacionalidades. Desde 1867 adoptó una monarquía dual formada por dos coronas con su propia organización cada una, Austria y Hungría, aunque mantenían en común la política exterior y el emperador.
El imperio ruso aprobó la emancipación de los siervos en 1861, pero se gobernaba con un sistema autocrático en el que el Parlamento carecía de poder.
Y el imperio otomano gobernaba de forma autocrática sobre múltiples nacionalidades.

La situación internacional
En Europa, Reino Unido continuó como primera potencia comercial y financiera mundial durante la llamada “época victoriana” (1837 - 1901). Después, perdió su primacía industrial en favor de Alemania y de Estados Unidos. Alemania, tras la unificación, se convirtió durante el reinado de Guillermo II (1888 - 1914) en la segunda economía industrial del planeta. Y Francia se mantuvo entre las grandes potencias. Los países mediterráneos y los imperios austrohúngaro, ruso y otomano tuvieron un desarrollo menor.
Fuera de Europa, se consolidaron dos nuevas potencias.
Estados Unidos, tras la guerra de Secesión (1861-1865), colonizó las praderas centrales (conquista del Oeste), y los núcleos del nordeste se industrializaron con rapidez. Como resultado, el país se convirtió en una potencia industrial de primer orden.
En Japón, la Revolución Meijí (1868-1912) supuso la sustitución de la monarquía feudal por un sistema parlamentario constitucional y el triunfo de la occidentalización. Las reformas económicas provocaron una rápida industrialización, que convirtió a Japón en una gran potencia en el área del Pacífico.

Los sistemas de alianzas en Europa
Las relaciones internacionales europeas pasaron en este período por dos etapas:
Los sistemas bismarckianos (1871-1890). Fueron un conjunto de alianzas, basadas en la diplomacia secreta, promovidas por el canciller Bismarck. Su objetivo era aislar a Francia, enemistada con Alemania por la pérdida de Alsacia y Lorena en la guerra francoprusiana, y evitar que se aliase con Rusia en contra de Alemania.
Tras casi veinte años de vigencia, en los que evitaron el conflicto entre las grandes potencias, estos sistemas acabaron fracasando.
La paz armada (1891-1914). En estos años la paz se mantuvo, pero los países europeos, previendo una guerra, se rearmaron y se agruparon en dos bloques de alianzas: la Triple Alianza, formada por Alemania, Austria-Hungría e Italia; y la Triple Entente, integrada por Francia, Rusia y Reino Unido.

2. El imperialismo en el siglo XIX

El imperialismo y sus causas
      A partir de 1870, la expansión colonial europea se volcó hacia África, Asia y el Pacífico y entró en una nueva fase conocida como imperialismo.
       A diferencia del colonialismo anterior, cuyo objetivo principal era dominar los recursos económicos de las colonias, el imperialismo implicó el control militar, político y económico de la minoría europea sobre los territorios dominados.
         El nuevo impulso colonial obedeció a diferentes causas:
         Políticas y estratégicas. La posesión de colonias aseguraba el poder y el prestigio internacional de los países; o permitía controlar rutas comerciales y territorios estratégicos.
         Demográficas. Las colonias proporcionaban territorios donde enviar los excedentes de población, para así aminorar el paro y las tensiones sociales internas.
Económicas. El aumento de producción debido a la Segunda Revolución Industrial exigía disponer de territorios que suministrasen materias primas a la industria y comprasen sus productos, sin barreras aduaneras. Además, las colonias proveían de mano de obra barata y de espacios donde invertir el capital.
Ideológicas. Ciertas ideologías, manipulando las ideas de Darwin (darwinismo social), proclamaron la superioridad de la raza blanca y su “misión” de “civilizar” al resto del mundo.

Las formas de dominio colonial.
Las principales potencias imperialistas fueron Reino Unido y Francia. A ellas se sumaron pronto otros países europeos (Alemania, Bélgica, Italia, España y Rusia) y extraeuropeos (Estados Unidos y Japón).
  Estas potencias usaron diversas formas de dominio colonial:
 Las concesiones eran ventajas comerciales obtenidas de países independientes, como la cesión de puertos para el comercio. Fue el caso de China, cuyo territorio se repartieron las grandes potencias en “áreas de influencia”.
Los protectorados mantenían al gobierno indígena, pero la potencia colonizadora controlaba la política exterior, el ejército y la explotación de ciertos recursos. Fueron los casos de India y Egipto.
 Las colonias eran territorios sometidos a la soberanía  de la metrópoli. Las colonias de posición controlaban puntos estratégicos; caso de la colonia británica de El Cabo. Las colonias de poblamiento asentaban a una numerosa población extranjera y se autoadministraban; como los dominios británicos de Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica. Y las colonias de explotación, de mayoría indígena, estaban administradas por la metrópoli, que explotaba en exclusiva sus recursos; fue el caso de la colonia belga del Congo.

La formación de los imperios coloniales

El reparto de África
La presencia europea en África se limitaba hacia 1870 a ciertos puntos costeros. Desde entonces, las principales potencias se propusieron explorar el continente y crear imperios continuos.
Para evitar los posibles enfrentamientos se reunieron entre 1884 y 1885 en la Conferencia de Berlín. En ellas establecieron las normas de ocupación del continente: la posesión de una franja costera daba derecho a ocupar el interior, siempre que se demostrase el control efectivo del territorio. También se reconocieron la libre navegación por los ríos Níger y Congo, y la libertad de comercio en el centro de África.
En los años posteriores a la conferencia se aceleró la ocupación de África. Reino Unido intentó formar una franja colonial continua entre El Cairo, al norte, y El Cabo, al sur. Francia extendió su dominio entre Senegal, al oeste, y Somalia, al este. Y otros países, como Bélgica, Alemania, Portugal, Italia y España, completaron el reparto del continente.

El imperialismo en Asia, Oceanía y América
En Asia existían Estados bien organizados, como China y Persia, por lo que predominó el sistema de concesiones y el reparto de áreas de influencia.
Aun así, algunos territorios pasaron a manos de Reino Unido (India, Birmania), Francia (resto de Indochina, menos Siam), y los Países Bajos (la mayoría de Indonesia) . Además Rusia incorporó Siberia y se extendió hacia la India y China; Japón intentó anexionarse Corea y Manchuria, chocando con China y Rusia; y Estados Unidos expulsó a España de Filipinas.
En Oceanía, Reino Unido incorporó Australia a su imperio; y Estados Unidos ocupó algunos archipiélagos, como Hawái.
En América, Estados Unidos extendió su influencia por Puerto Rico y Cuba y ocupó el territorio donde se construía el canal de Panamá.

Las consecuencias del imperialismo
Fueron distintas para las metrópolis y para los pueblos dominados.
Para las metrópolis, el colonialismo fue en general positivo. Supuso poder político, riquezas (materias primas y mercados donde vender sus productos manufacturados), mayor paz social y conocimiento de otras civilizaciones. Pero también agudizó los enfrentamientos internacionales, políticos y económicos que conducirán a la Primera Guerra Mundial.
Para los pueblos dominados, el colonialismo fue negativo. Los gobiernos locales fueron eliminados o controlados por extranjeros; y los conflictos internos se agudizaron debido al trazado arbitrario de las fronteras.
La economía tradicional se alteró, pues las potencias colonizadoras sustituyeron la agricultura de autoconsumo por otra de exportación, impusieron un comercio desigual y crearon infraestructuras en función de sus intereses.
La sociedad se dividió en una minoría extranjera, que controlaba el gobierno y la riqueza y habitaba en barrios lujosos; y la mayoría indígena, obligada a trabajar y confinada en barrios aparte o en reservas. Y las culturas de los pueblos colonizados fueron desplazadas por las extranjeras.

3. La Primera Guerra Mundial

Contendientes o países enfrentados
En 1914 estalló en Europa la Primera Guerra Mundial, un conflicto de enorme extensión conocido por sus contemporáneos como la Gran Guerra. Los países contendientes se agruparon en dos bandos:
Los imperios centrales (Alemania, Austria-Hungría y Turquía), a los que luego se sumaron Bulgaria y otros estados.
Los Aliados o Entente (Francia, Rusia, Reino Unido y Serbia), a los que después se unieron Italia, Estados Unidos, y otros países.

Las causas del conflicto.

Las causas profundas
Estas hay que buscarlas en las tensiones existentes en Europa antes de 1914:
Los conflictos políticos entre las grandes potencias respondían a diversos motivos. Unos eran territoriales: Francia reclamaba  Alsacia y Lorena a Alemania; e Italia y Austria-Hungría se disputaban los territorios de Istria y Trento. Otros eran nacionalistas, caso de los imperios austro-húngaro y turco enfrentados en las llamadas guerras balcánicas en 1912-1913. Por último, otros procedían de los enfrentamientos coloniales entre las potencias imperialistas por el control de ciertos territorios.
Las rivalidades económicas entre los países se acrecentaron desde principios de siglo por la competencia comercial. Así Francia y Reino Unido recelaban del crecimiento de la economía alemana y su fuerte presencia en los mercados coloniales.
Los sistemas de alianzas militares (Triple Entente y Triple Alianza) habían desembocado en una carrera armamentística, la “paz armada”, que podía convertir cualquier incidente en una guerra de enorme proporción.

La chispa de la guerra
La chispa o causa inmediata que inició el conflicto fue el asesinato en Sarajevo (Bosnia, junio de 1914) del archiduque Francisco Fernando , heredero de la corona de Austria-Hungría , por un estudiante nacionalista serbio. Como consecuencia, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia que, al recibir el apoyo de Rusia, puso en marcha el sistema de alianzas.

El desarrollo del conflicto (1914-1918)

Características de la guerra
La guerra tuvo unas características diferentes a los conflictos anteriores que le valieron su denominación de Gran Guerra o guerra mundial. Las más destacables fueron su gran extensión territorial, al participar en ella dieciséis naciones, algunas con extensos imperios coloniales que se vieron implicados en el conflicto. Y el empleo de nuevas armas ofensivas (ametralladoras, lanzallamas, gases tóxicos, minas, submarinos, aviones), de nuevos sistemas defensivos, como las trincheras; y de nuevas modalidades de lucha, como la guerra psicológica.
La contienda también impulsó transformaciones económica y sociales: la economía de los países contendientes se volcó en la producción de material de guerra; la sociedad sufrió penurias, como el racionamiento de alimentos y los bombarderos, y las mujeres se incorporaron al mundo laboral para sustituir a los hombres que combatían en el frente.

Etapas y acontecimientos
La guerra de movimientos (1914). La guerra comenzó de manera casi simultánea en dos frentes, el oriental y el occidental. Alemania intentó una victoria relámpago sobre Francia, para concentrar sus fuerzas en el frente oriental y derrotar a Rusia. Pero Francia resistió en la batalla del Marne, y el rápido avance ruso por Prusia obligó a Alemania a enviar tropas al frente oriental. A finales de año, Turquía se sumó al bando de los imperios centrales.
La guerra de posiciones (1915-1916). Ante la falta de una victoria decisiva, los frentes se estabilizaron a lo largo de extensas líneas de trincheras protegidas por ametralladoras y alambradas. Desde ellas se lanzaron ofensivas de desgaste (Verdún, Somme). En esta fase, la contienda se convirtió en un conflicto mundial, tras la entrada de más países: Bulgaria, Italia, Rumanía, Portugal y Japón, entre otros.
El final de la guerra (1917-1918). En 1917, EE.UU. se incorporó a la guerra junto a los aliados; y Rusia se retiró tras el triunfo de la revolución comunista y la firma de la Paz de Brest-Litovsk. En 1918 los aliados iniciaron una ofensiva en todos los frentes, provocando la progresiva rendición de los imperios centrales. Este mismo año, el presidente de EE.UU., Woodrow Wilson, enunció los “Catorce Puntos” en los que debería asentarse la paz.

La paz de París y la Sociedad de Naciones
En la Conferencia de París (1919-1920), los vencidos firmaron tratados que les obligaban a reducir su ejército; pagar reparaciones de guerra; y realizar cesiones territoriales que configuraron un nuevo mapa de Europa. Especialmente duro fue el Tratado de Versalles, que impuso a Alemania la pérdida de Alsacia y Lorena y todas sus colonias y la culpó de la guerra, dejándola humillada y deseosa de revancha. Además, en 1919 se creó la Sociedad de Naciones, con sede en Ginebra, como organización internacional para fomentar la paz.

Las consecuencias de la guerra.
     El balance de la guerra fue desolador. Ocasionó más de nueve millones de muertos, y numerosos heridos y mutilados. Causó graves pérdidas materiales en campos de cultivo, industrias, transportes y edificios. Agudizó los contrastes entre las clases trabajadoras y las clases medias empobrecidas y una minoría enriquecida por los negocios bélicos. Favoreció el trabajo de la mujer fuera del hogar. Y promovió una ideología pacifista y antimilitarista; aunque también fomentó el deseo de revancha de los vencidos, especialmente de Alemania.
     Tras la guerra se abolieron las dinastías que gobernaban los imperios centrales; la mayoría de los países adoptó el sufragio universal masculino; y muchos concedieron el voto a las mujeres en atención a su trabajo durante la guerra. En el plano internacional la hegemonía mundial europea fue sustituida por la de Estados Unidos.

4. La cultura y el arte de 1870 a 1914

La educación y la ciencia
La educación progresó durante el período 1870-1914, al extenderse la escolarización obligatoria y gratuita.
La ciencia adoptó el método positivista o método científico, creado por Auguste Comte. Se basa en la elaboración de teorías que deben probarse experimentalmente, tras lo cual se convierten en leyes o teorías de validez general. Sus descubrimientos y aplicaciones crearon una confianza ciega en un progreso ilimitado.
Entre los avances científicos de la época destacaron los rayos X (Roentgen), la radiactividad (matrimonio Curie), las leyes de la herencia (Mendel), las vacunas contra la rabia (Pasteur) y la tuberculosis (Koch), y el poder del subconsciente (Freud).

La arquitectura moderna

Los nuevos materiales.
La arquitectura moderna surgió como resultado de la Segunda Revolución Industrial, que exigió construir mucho, deprisa y barato. Para ello, se adoptaron nuevos materiales como el hierro, el acero, el cristal y el hormigón.
Primero se emplearon en edificios utilitarios, como invernaderos, estaciones ferroviarias, puentes, fábricas, pabellones y mercados, pues fueron rechazados por los arquitectos tradicionales al considerarlos productos industriales carentes de belleza.
Pero con el tiempo, los nuevos materiales se fueron generalizando.

La arquitectura en Estados Unidos. Los rascacielos.
En Estados Unidos, la nueva arquitectura nació en la Escuela de Chicago. El incendio de la ciudad en 1871 obligó a reconstruirla con edificios sin madera y de elevada altura, para compensar la carestía del suelo en el centro urbano. La solución fue el empleo del hormigón en los cimientos y en la estructura; el uso del hierro y del cristal; y la incorporación del ascensor.
Gracias a todo ello se levantaron los primeros rascacielos, como el Monadnock Building, de Burnham y Root; los Almacenes Carson y el Auditorium, de Sullivan; y el edificio Flatiron, de Burnham.

La arquitectura en Europa. El modernismo
En Europa, la nueva arquitectura se difundió gracias a las exposiciones universales. Entre sus edificios destaca la Torre Eiffel de París, realizada para la exposición de 1889.
Entre 1890 y 1910 surgió el modernismo, un nuevo movimiento estético, conocido como Art Nouveau en Francia y Modern Style en Gran Bretaña, que trató de conciliar lo útil con lo artístico. Para ello, empleó los nuevos materiales, pero buscando la belleza mediante el uso de formas ondulantes y asimétricas inspiradas en la naturaleza, como vegetales, animales, olas y llamas. Además, pretendió integrar todas las artes, ocupándose también de la decoración de fachadas e interiores y del mobiliario.
Entre sus representantes destacaron Víctor Horta (Casa Tassel de Bruselas), Hector Guimard (estaciones de metro de París) y Henry van de Velde (Casa de Uccle, cerca de Bruselas).

Impresionismo y posimpresionismo
A finales del siglo XIX nacieron el impresionismo y el posimpresionismo, dos corrientes artísticas que abrieron el camino de las primeras vanguardias.
El impresionismo surgió hacia 1870, cuando un grupo de pintores salió a pintar al aire libre para captar en sus obras la “impresión” o efectos instantáneos de la atmósfera y la luz. Para ello, utilizaron una pincelada suelta, formada por la superposición de colores putos; y escogieron temas hasta entonces considerados secundarios: paisajes, escenas urbanas, bailarinas, carreras de caballos, etc.
Los pintores más destacados fueron Claude Monet, autor de Impresión, sol naciente y de La estación de Saint-Lazare; Auguste Renoir, pintor del Moulin de la Galette, y Edgar Degas, famoso por sus cuadros de bailarinas y carreras de caballos.
Cercano al impresionismo se situó el escultor Auguste Rodin (1840-1917), que rompió con el academicismo vigente y se interesó por la luz y el movimiento. Entre sus obras destacan las Puertas del Infierno, El pensador y Los burgueses de Calais.
El posimpresionismo, surgido hacia 1886, revisó el impresionismo con nuevos planteamientos que constituyen el antecedente de las vanguardias. Así, Paul Cézanne descompuso los objetos en figuras geométricas en sus bodegones y paisajes. Paul Gauguin utilizó colores fuertes y planos en obras como Arearea. Y Vincent van Gogh usó colores puros e irreales aplicados con una pincelada curva y gruesa, expresiva de su personalidad angustiada, caso de La noche estrellada.

Las primeras vanguardias
A principios del siglo XX se iniciaron las primeras vanguardias, movimientos que buscaron deliberadamente romper con el arte tradicional y en ocasiones sufrieron la incomprensión de la crítica y del público.
El fauvismo apareció en 1905. Concedió gran importancia al dibujo y aplicó el color de forma plana y con independencia de la realidad.
El iniciador del movimiento y su principal representante fue el francés Henri Matisse, con cuadros como La Danza o La raya verde.
El expresionismo surgió en 1905. Buscó manifestar los sentimientos. Para lograrlo utilizó los colores de forma arbitraria y representó figuras introvertidas y temas trágicos, prohibidos, demoníacos y fantásticos. En esta tendencia, destacaron Edvard Munch, autor de El grito, y Ernst L. Kirchner, pintor de La Calle.
El cubismo comenzó en 1907. El cubismo analítico inicial descompuso los objetos en formas geométricas, representadas a la vez desde varios puntos de vista. El cubismo sintético posterior construyó objetos combinando elementos independientes.

Entre sus representantes principales se encuentran Pablo Ruiz Picasso, iniciador del movimiento con su obra Las señoritas de Avignon y Georges Braque, autor de Hombre con guitarra.

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