La principal consecuencia de la Revolución industrial en el mundo fue la formación de un poderoso núcleo de países industrializados en Europa occidental y central; a ellos se sumaron Estados Unidos y Japón y algunas colonias de poblamiento europeo como Australia y Nueva Zelanda. Otros países ( la mayoría de los estados de Europa del este y del sur) conocieron una industrialización deficiente. Frente a las zonas más o menos industrializaron en esta época sino que permanecieron sumidas en el subdesarrollo: el África negra, el mundo islámico, India, China y la América hispana. Las diferencia económicas entre los diversos países han persistido hasta nuestros días y constituyen uno de los legados más negativos de la Revolución industrial.
Aunque las diferencias entre las naciones no cesaron de aumentar y el mundo pareció dividirse en dos en el siglo XIX, el impulso industrial y capitalista logró crear un mercado mundial o <<economía-mundo>>, algo que no se había producido hasta entonces: los países empezaban a especializar su producción ya depender progresivamente unos de otros. Durante el siglo XIX se hizo evidente que una zona del mundo monopolizaba la tecnología, la industria y la administración mientras otra le suministraba materias primas, alimentos e incluso mano de obra.
Sin embargo, la configuración de un mercado mundial no habría sido posible sin una profunda renovación de los medios de transporte y de comunicación.
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