Falta la sangría en esta entrada y en la anterior
Nota: 9
Fuera de Europa, durante el siglo XIX, solo se formaron dos grandes potencias industriales: Estados Unidos y Japón.
Estados Unidos fue pionero en la producción de acero y petróleo, en nuevas formas de organización empresarial (cadena de montaje, producción en masa) y en el diseño de inventos. Estas innovaciones dieron un gran impulso a la industrialización estadounidense a partir de 1850.
Japón, por su parte, fue el único país asiático que se industrializó en el siglo XIX. Comenzó a partir de 1868, coincidiendo con el inicio de la era o revolución Meiji (de las luces), una reacción a la amenaza de invasión occidental que se cernía sobre el país asiático. Este tenía gran dependencia de los mercados exteriores, principalmente para conseguir las materias primeas y fuentes de energía imprescindibles para su industria pesada.
El proceso de occidentalización e industrialización japonés se produjo bajo la tutela del Estado, que dirigía las grandes empresas que transformaron el país en una potencia económica y militar.
La industria japonesa estuvo muy relacionada con las necesidades de armamento y creación de una gran flota de guerra que sirvió para llevar a cabo una política expansionista e imperialista en Extremo Oriente y en el Pacífico. La expansión estaba reforzada por antiguas tradiciones de origen feudal que se conservaron prácticamente intactas: divinización del emperador, disciplina y obediencia casi militares, ausencia de prácticas democráticas, etcétera.
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