Nota: 6
7.1 La expansión de Estados Unidos de América.
Las trece colonias inglesas de la costa
este norteamericana, que habían declarado su independencia en 1776, se
convirtieron en el embrión de una nueva nación; Estados Unidos de América. A lo
largo del siglo XIX, anexionaron a la Unión vastos territorios, por conquista o por adquisición.
A partir de 1840-1850 se produjo un crecimiento vertiginoso de la emigración blanca hacia Estados Unidos. Los emigrantes europeos buscaban oportunidades de trabajo y tierras en la nueva nación y se asentaron esencialmente en los Estados del norte. Su creciente número empujó a la conquista de nuevas ''fronteras'', y condujo a los colonos de la costa este hacia el oeste y de los Grandes Lagos a Río Grande.
El avance hacia el oeste fue una historia de guerra y exterminio de los indios para permitir el asentamiento de agricultores y ganaderos blancos, cuya actividad era incompatible con el sistema de caza en enormes extensiones practicado por los indios.
A partir de 1849 se desencadenó un verdadero expolio de las tierras indias. Asediadas por granjeros, ganaderos, cazadores de bisontes y por el propio ejército, las tribus indias fueron diezmadas y condenadas a reservas áridas, en las que se escaseaba la caza. A finales de siglo, las naciones indias habían sido prácticamente exterminadas.
El enfrentamiento norte-sur
Entre los Estados del norte y del sur existía una división. Los del sur optaban por un modelo más agrario y esclavista y defendían un poder casi total de los Estados. Los del norte querían la implantación del capitalismo industrial, la abolición de la esclavitud y una mayor autoridad del poder federal.
Estas divisiones llevaron a una cruenta y larga guerra civil (Guerra de Secesión, 1861-1865) de la que salió victoriosa el norte, los ''yanquis''. Se impuso su modelo de sociedad sin esclavos, industrialista y profundamente capitalista (ver Resuelve la cuestión).
El triunfo del capitalismo
Desde el último tercio del siglo XIX, Estados Unidos inició una imparable ascensión económica. Era un país de enormes recursos naturales, en el que un buen número de hombres emprendedores invirtieron en fábricas y en negocios. Se pusieron en cultivo grandes extensiones de tierra que daban cereales y carne en abundancia. El trazado y construcción del ferrocarril conectó el este industrial con el oeste agrario.
A finales del siglo XIX, Estados Unidos apareció en la escena internacional convertido en una gran potencia, preparada para competir con los intereses europeos en todo el mundo.
Al mismo tiempo, se produjo una renovación de sus estructuras políticas: se adoptó el sufragio universal masculino, se volvieron electivos muchos cargos que antes no lo eran y se consolidaron los dos grandes partidos: republicano y demócrata.
7.2 La modernización de Japón
Hacia 1850, Japón era un imperio feudal. El emperador era considerado un dios, pero no ejercía de hecho ningún poder. El gobierno estaba en manos de un shogun (general), de quien dependía una nobleza feudal propietaria de las tierras, que tenía bajo su dominio a un campesinado muy pobre y a ejércitos de guerreros (samuráis). Existían artesanos y comerciantes, pero su papel era reducido, ya que el comercio con el exterior estaba prohibido.
En la segunda mitad del siglo XIX, la llegada de norteamericanos y europeos a Japón y la exigencia, ante su superioridad militar, de acuerdos comerciales abusivos, generó una repulsa popular contra el shogunato (gobierno militar) y favoreció que el emperador Mutsuhito tomase las reindas del poder. Fue la denominada Revolución Meiji (1868), que renovó las arcaicas estructuras de Japón.
En economía, Japón se abrió a las nuevas técnicas occidentales y constituyó el primer ejemplo de crecimiento industrial ordenado y dirigido desde el Estado. El emperador invitó a multitud de técnicos y profesores extranjeros, y muchos jóvenes japoneses fueron a estudiar a Europa. Se animó a los samuráis a convertirse en capitanes de empresas y dedicarse a los negocios, y se construyeron con fondos públicos las primeras industrias.
Los resultados fueron un éxito: se desarrolló el sector textil y metalúrgico, la red ferroviaria, la construcción naval, etc., en parte, debido a la abundante y disciplinada mano de obra y a la constitución de grandes grupos industriales (zaibatsu), con apoyo constante del Estado. Japón se convirtió, de este modo, en una potencia industrial y sus aspiraciones hegemónicas le llevaron a ejercer el imperialismo en Asia.
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