domingo, 19 de noviembre de 2017

La Revolución Industrial en España: ¿éxito o fracaso?

     A muchos párrafos le falta la sangría
Nota: 9

        En España, como en el resto de Europa, la implantación del liberalismo político comportó el desmantelamiento del Antiguo Régimen y el paso de una economía básicamente agraria a otra industrial y capitalista.

Este proceso se inició en España a comienzos del siglo XIX, pero según avanzó la centuria solo el textil catalán y siderurgia vasca, junto a algunos focos muy puntuales en Málaga, Sevilla, Valladolid, Béjar y Alcoy, habían conseguido consolidarse. El peso de la agricultura continuaba siendo excesivo y el desarrollo de las nuevas clases sociales, burguesía y proletariado industrial, era reducido.

¿Qué factores explican las limitaciones de la industrialización española? ¿Puede hablarse de “fracaso” o de “atraso” de la Revolución Industrial en España?


A: EL COMPONENTE AGRARIO


    En Gran Bretaña, la industrialización fue precedida de cambios en la estructura de la propiedad que estimularon el crecimiento de la producción agrícola.

En España, sin embargo, la mayor parte de la tierra siguió en manos de grandes propietarios, muchos de ellos absentistas y sin estímulos para innovar. Además, la abundancia de campesinos mantuvo los salarios a bajo coste, facilitando el mantenimiento de una agricultura tradicional.

A pesar de las dificultades, la agricultura aumentó su producción, consiguiendo prescindir de las importaciones de los cereales, salvo en ocasiones excepcionales.

Ahora bien, este aumento de la producción se consiguió fundamentalmente gracias a la roturación de nuevas tierras más que a la introducción de las nuevas técnicas de cultivo y de la nueva maquinaria que se estaban introduciendo en los países más avanzados de Europa.


B: LA DIFICÍL ARTICULACIÓN DEL MERCADO Y EL PROTECCIONISMO


   Un segundo problema proviene de las dificultades para integrar un mercado en el que los productos pudieran intercambiarse con facilidad. A la escasez de compradores se unía que España no disponía de una buena red de transportes que permitiese el traslado de mercancías entre las distintas zonas productoras a un precio razonable.

En consecuencia, la economía española quedó desarticulada: mientras en las zonas cerealísticas había abundancia de cereal  y bajos precios, en otras había que importar trigo.

Del mismo modo, los productos industriales no hallaban un mercado suficientemente amplio para sostener su crecimiento. El incipiente sector industrial, con una productividad baja y costos elevados, fue poco competitivo y se sintió amenazado por la entrada de productos extranjeros.

Por ello, el empresariado presionó al Estado para que aplicase medidas proteccionistas que encareciesen las mercancías extranjeras, forzando así el consumo en el país de las mercancías propias.


C: EL DÉFICIT DE LA HACIENDA Y LA ESCASEZ DE CAPITAL


   Para aumentar los ingresos de la Hacienda Pública española, en 1845 se llevó a cabo una reforma fiscal que obligó a los privilegiados del Antiguo Régimen a pagar impuestos.

Sin embargo, el Estado no aumentó la recaudación en los términos esperados y la Hacienda se mantuvo durante todo el siglo XIX en permanente déficit, teniendo que recurrir a los créditos exteriores y a la emisión de deuda pública.

El hecho de que invertir en deuda pública diese elevados intereses a sus compradores atrajo una buena parte de los capitales disponibles, y restó inversores para financiar la industria. Así, la escasez de capital inversor constituyó uno de los grandes problemas para la innovación y el desarrollo industrial.

La industria española, debido a la baja productividad, resultaba poco competitiva en el mercado internacional, lo que repercutía en el comercio exterior. Durante el siglo XIX, las importaciones fueron mayores que las exportaciones y la balanza comercial se mantuvo casi siempre deficitaria.


D: LA IDEA DE ATRASO RELATIVO


    La versión más tradicional sobre la industrialización española defendía la idea de fracaso de la Revolución Industrial en España. Solo el País Vasco y Cataluña habrían sido capaces de seguir la senda industrializadora, en un proceso del que al principio habían participado también Andalucía, Asturias, Cantabria y Valencia.

Hoy se sostiene más la hipótesis de un atraso relativo. Si bien es incontestable que la economía española del siglo XIX estaba muy alejado de la del Reino Unido, Francia o Alemania, se hallaba próxima al crecimiento de otros países mediterráneos y de Europa central, cuyo punto de partida sería más similar al caso español.


Con todo, los problemas de la modernización agraria, el excesivo intervencionismo estatal sobre la economía, el abandono del sector exterior, el proteccionismo integral y un sistema financiero atrasado dificultaron la tarea de la transformación económica de España.

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